Con la presencia de autoridades rectorales, decanos, docentes y equipos directivos de todos los niveles educativos, la comunidad UCALP llevó a cabo una jornada de trabajo en el Colegio José Manuel Estrada para diagramar las metas y desafíos del nuevo año académico. La rectora, Rita Gajate, dio un mensaje de bienvenida a todos los presentes, en donde invitó a identificar los signos de nuestro tiempo para transformarlos en signos de esperanza.
Luego de la misa en la Catedral por la inauguración del Jubileo de la Educación, a cargo del arzobispo de La Plata y Gran Canciller de la UCALP, monseñor Gustavo Carrara, las actividades se trasladaron al Colegio José Manuel Estrada para iniciar, oficialmente, el Ciclo Lectivo 2025. Allí, la rectora tomó la palabra y recordó: “Nosotros formamos parte de una comunidad que avanza en conjunto. Por eso, nos reunimos todos juntos para recuperar ese sentido, porque todos somos la universidad católica, ninguno es prescindible en esta comunidad que construimos”.
Inspirándose en las nociones que rigen el pontificado del Papa Francisco, Gajate recuperó cuatro ideas, que servirán como guías para todos los educadores de la Universidad Católica de La Plata:
Al respecto, explicó: “Podemos tener ideas muy distintas de cómo educar, cómo llevar adelante el colegio, la facultad y demás. Ahora, la realidad que tenemos es común y es una. Este principio del Papa es una convocatoria a pensar en la realidad concreta de nuestra universidad católica hoy, de nuestros chicos en los colegios y de nuestros estudiantes universitarios”.
De igual manera, retomó lo planteado por monseñor Carrara, quien le encomendó la labor a los educadores de plantearse qué signos de estos tiempos se pueden transformar en signos de esperanza: “Esos signos son las voces del hoy, cuestiones de la realidad que queremos cambiar positivamente en signos de esperanza. No tienen que ser solo cosas negativas, pueden ser positivas que queremos potenciar. Identificando esto, podemos pensar de verdad cuál es nuestro aporte como docentes”.
“Aquí, la invitación es ver la universidad como un todo. No solamente mi colegio, mi facultad, mis horas. A ver si podemos pensar una universidad más integrada, más vinculada. Para ello, hemos podido trabajar con proyectos de investigación y de extensión que derraman en los colegios. Hemos podido hacer capacitación docente para profesores de secundario y jornadas de integración con nuestros ingresantes”, detalló. No obstante, aclaró que siempre se puede dar un paso más y que todas las acciones que se realicen desde una facultad o desde los colegios, pueden servir a ese objetivo integrador.
En todos los ámbitos, emerge el conflicto. La educación, por supuesto, no es una excepción: “Yo diría que el conflicto es la materia prima de la educación de hoy, porque no hay familia que no lo tenga, o joven que no lo tenga consigo mismo, sus padres o sus hermanos. No nos deberíamos poner nerviosos por los conflictos, pero sí pensar que con la unidad podemos superarlos. Si yo me puedo correr un poquitito de mi posición y mirar al todo, voy a entender mucho más algunas cosas”.
Al reflexionar sobre el tiempo que les toque ocupar determinados roles educativos, Rita resaltó que deben pensar en construir aportes significativos: “La resultante creadora es el final del cuento. O sea, lo que pude aportar allí donde esté, ya sea como profesor, como autoridad, como coordinador, como preceptor. Si podemos hacer algo que nos trascienda, que le pueda decir el día de mañana a Jesús en el cielo, mirá, hice esto más allá de mi puesto, más allá de mi mandato, más allá del tiempo que tengo… creo que Jesús nos habrá guardado algún lugarcito en el cielo”.
Antes de que los educadores comiencen sus trabajos en grupo sobre la identificación de esos signos del presente, la rectora cerró su apertura con un mensaje sobre el año jubilar: “Ver el 2025 desde la esperanza es una convocatoria del Papa que tiene un objetivo interesante para los educadores. Si perdemos la esperanza, perdemos el norte. Si me enfrento a mis alumnos pensando en lo poco que van a aprender o que no quieren venir, voy a enseñarles muy poco”.
“El buen educador trabaja con esperanza y con paciencia, sabiendo que la siembra no termina inmediatamente”.
Por último, consideró que “tenemos muchísimo para hacer, el trabajo de una institución educativa es casi infinito. Y lo que tenemos que hacer fundamentalmente es que en nuestras aulas, en nuestro encuentro, se encuentren con Cristo. Porque esta es una universidad donde hemos prometido eso: educar para conducir a nuestros jóvenes con amor hacia él”.