"Por ahora la IA es un buen soporte imitador"
“Por ahora la IA es un buen soporte imitador”
“Por ahora la IA es un buen soporte imitador”

La reciente popularización de las aplicaciones de inteligencia artificial (IA), como ChatGPT o Gemini, ocasionó múltiples debates sobre su uso, en especial a la hora de la creación de producciones literarias o artísticas.

Para analizar esta temática, dialogamos con el docente y abogado Mauro Leturia, especialista en derechos intelectuales y director del proyecto de investigación “El impacto de la inteligencia artificial en los derechos intelectuales”, que se desarrolla en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de nuestra universidad. Próximamente, para articular experiencias a nivel internacional, llegará a nuestra ciudad el investigador Diego Fernando Lenis Trujillo, quien es uno de los ganadores de las becas internacionales que la UCALP entregó en el marco de su 60.º aniversario.

-¿Qué son los derechos intelectuales?

-Los derechos intelectuales protegen la creación. Tienen un origen muy complicado porque, antes de ser derechos, eran privilegios, por lo que siempre fueron mirados como un privilegio para las grandes empresas. No se los vio en su total dimensión, que pueden ser para un joven escritor o para una persona que pinta. Todos tenemos derechos intelectuales.

La historia de la humanidad es la historia de las creaciones humanas. Lo que se genera es un sistema de protección e incentivo para aquel que crea. Si creo, invierto tiempo y la sociedad me va a conocer y me va a dar ciertos derechos de orden económico, por ejemplo, usufructuar, permitir cobrar regalías a mis herederos, etcétera. También, de orden moral, para que todo el mundo sepa que yo soy el autor de una determinada obra.

-Considerando que hoy se crea con IA, ¿cómo se vincula la creación humana con esta tecnología?

-Tradicionalmente, se llamaban obras en colaboración. Y cada vez que irrumpió una nueva tecnología en el mundo del arte, pasó lo mismo. Cuando apareció la radio como radiodifusión y la obra de radioteatro, compartían una parte de los derechos el director de la obra, el compositor musical, el escritor del guion y los actores. Cuando nace la radionovela, aparece también el radiodifusor como organizador tecnológico.

Con la IA sucede lo mismo. IA es un interrogante a futuro porque nunca se ha visto nada tan revolucionario. Si el ser humano tiene dos millones de años de creación, y tomemos, que los últimos 200.000 años se empezó a manejar el fuego, hoy estamos manejando algo que puede generar una alta capacidad de aprendizaje tradicional, que es a través de la copia. Es un aprendizaje de imitación. Las primeras IA hacían eso.

Ahora, hay IA o sistemas algorítmicos de inteligencia artificial que empiezan a demostrar un aprendizaje profundo. Pueden retroalimentarse y hacer algo que nosotros podríamos hacer. Un robot ya puede empezar a predecir que al borde de un precipicio, si salta, se va a destruir. Pero si se queda y analiza los datos de su entorno, se preserva. Estamos muy lejos de vida, pero ese aprendizaje profundo es notoriamente diferente al aprendizaje imitativo repetitivo.

-¿De quiénes son los derechos intelectuales cuando le das instrucciones a la IA y produce un escrito o una obra artística?

-Tomemos, por ejemplo, ChatGPT. Si le pedís una historia sobre un determinado tema, fusiona cuatro bases de datos, con miles de fuentes, y con eso te elabora una historia. Entonces, yo no puedo decir que esto que escribió mi inteligencia artificial es mío. Eso se llama obra derivada, ya que lo tomó de dos o tres cosas. A su vez, el programa de computación, el algoritmo que organizó esa información, pertenece a quien lo programó. Si yo escribiera algo con Chat GPT, tengo que decir que es una obra derivada, con mis aportes, con los parámetros y directrices que solicité, pero usando medios tecnológicos.

-O sea, por ahora, la IA no se considera autor.

-No. Bajo ningún punto de vista. La creación para nuestra legislación y para el mundo europeo es un ser humano. Es posible que en algún momento esto cambie. La tendencia es abrumadora por la velocidad, pero por ahora la IA es un buen soporte imitador o un buen mezclador de cosas. Pero hay escritores, pintores que hacen eso en sus obras.

Hoy, con la interconexión, nadie es puro. Nadie es una creación pura. Estamos todos condicionados por lo que leímos, lo que nos enseñaron en la escuela, por lo que nos da un algoritmo. En este caso, usamos una nueva tecnología, como lo es la IA, para producir algo.

-¿Qué están trabajando dentro del proyecto de investigación?

-Los derechos intelectuales en Argentina tienen la ley más vieja vigente en el mundo, de 1933. Si bien tuvo algunos parches con los años, esa ley se aplica para un caso actual. Esto claramente tiene un impacto negativo, porque no se consideraba el software en esa ley. Nosotros estamos trabajando en la hipótesis de que obviamente necesitamos una ley actual y que debemos resignificar la noción de “autoría”. Hoy tenemos que resolver estos problemas del siglo XXI con herramientas del siglo XX.

Si coincidimos que el autor es aquel que crea, ¿dónde está el autor? Es difícil rastrearlo. Más cuando muchos crean en plataformas como TikTok, que es de origen chino. Quiénes crearon la app, tal vez son programadores hindúes, americanos, que trabajan en China. Entonces, los derechos intelectuales de aquellos que suben sus obras a TikTok nos traen problemas jurídicos, porque rige la legislación china, que tiene poco que ver con la nuestra. Esto impacta directamente en los derechos. Que alguien quiera robarse las creaciones de otro, ya pasó a lo largo de la historia. Que ahora tengamos mecanismos procesales, legales, judiciales en Argentina, del siglo pasado, que impiden defender esos derechos, eso es un problema.

-¿No existen herramientas en Argentina para regular nuestras creaciones?

-Nosotros tenemos una ley de patentes, pero la patente tiene que ser industrializable. En general, en Argentina siempre va a ser derecho de autor. El ámbito anglosajón tiene otros parámetros: al software le dan una patente, que protege a ese producto y a todo lo que se realice a partir de él. Si quiero crear algo con un producto patentado, debo pagar y reconocer al autor y dueño de esa patente. Bajo legislación norteamericana, el software con patente para nosotros es intocable.

En Argentina, el que invente una máquina, una cosechadora automatizada con el mejor software… bueno, ese tendrá una patente. Pero todo lo que es inmaterial, obras artísticas, literaria, escultura, música, pintura, siempre va por derechos de autor. Y estos derechos dependen de cada país, cada uno legisla con una lógica distinta. Hoy en día, en Argentina los herederos tienen los derechos hasta 70 años después de la muerte del autor y, en México, son 110 años.

-¿La idea del proyecto es analizar lo legislativo?

-Sí. Nos preguntamos cuál es el impacto de estas cosas en nuestro sistema. Y queremos mostrar qué cosas faltan, qué cuestiones no se van a poder resolver con la normativa actual. Básicamente, en qué nos quedamos cortos. Decir quién es el autor por los medios tradicionales nos va a conducir a un diseñador de software de Estados Unidos si siguiéramos la línea tradicional, lo que complica las cosas. Para eso hacemos la investigación. Probar quién es el autor, mostrar estos choques. Acá hay choques de sistema. Ahora, necesitamos pensar herramientas para esta realidad, porque si no, cada vez te atrasás más.