Por Nahuel Cámara y Joaquín Campoy (*)
“¿Pensaron alguna vez en hacer investigación?”. Esa fue la semilla que Rodrigo Martín y Paulo Bernardo, fundadores del Observatorio Socioeconómico de la UCALP, plantaron en una cátedra de Política Económica. A decir verdad, nos gusta llamarla semilla porque quizás no éramos conscientes de que, a partir de esa pregunta, empezaba a germinar en nosotros el deseo de crear conocimiento, y mucho menos, la comprensión de que cambiar realidades estaba tan cerca de la mano… Lo que en un principio fue una oportunidad para incursionar en la investigación, pronto se convirtió en una experiencia de vida que modificó nuestra manera de ver el mundo y nuestro rol dentro de él.
Debemos empezar por entender que el Observatorio es mucho más que un simple espacio de investigación: es un punto de encuentro de personas que creen en la posibilidad real de transformar la realidad, donde se aprende a escuchar, conectar y entender… A entender que interactuar con las diferentes comunidades permite desarrollar sensibilidad y empatía, claves para interpretar nuestra realidad social actual.
Es un grupo humano increíble, donde cada uno de sus miembros está comprometido con su tiempo, con la convicción de que el cambio es posible y que, desde su experiencia, aportan lo que son para fortalecer un producto que, como hemos visto en muchas ocasiones, cambia realidades, mejora vidas y, sobre todo, nos muestra el impacto enorme que se genera cuando algunas personas hacen algo en pos de otras.
En cada recorrida, en cada conversación con vecinos, en cada número que procesamos y convertimos en dato analizable, ponemos la cabeza, el espíritu, la convicción y el corazón para construir un futuro mejor, y esto que hacemos no queda en un escritorio, sino que llega donde más se necesita. Nos aseguramos de que nuestra labor tenga impacto real en las comunidades más vulnerables y, a decir verdad, no solo importa cuánto tienen o qué les falta, sino también cómo funcionan los diferentes aspectos de la vida cotidiana: la salud, la alimentación, la educación, el acceso a las diferentes instituciones del barrio y la participación social.
Todo esto nos permite reflexionar sobre las oportunidades reales que tienen las personas para elegir y desarrollar su propio proyecto de vida y, en ese marco, es imposible no emocionarse cuando volvemos a un barrio y vemos que, gracias a los datos que relevamos, los responsables tomaron medidas concretas para mejorar la calidad de vida de quienes más lo necesitan. Esa es nuestra verdadera satisfacción: saber que nuestro trabajo tiene un propósito mayor y que estamos siendo parte del cambio.
Pero no todo es satisfacción en la labor. De la misma manera que experimentamos vivencias hermosas que fortalecen el corazón, también hay realidades que uno no se llega a imaginar y que terminan interpelando lo más profundo de lo que somos. Más de una vez nos hemos vuelto de algún barrio en silencio, sentados en la camioneta, con lágrimas de tristeza en los ojos por no poder entender cómo la sociedad en la que vivimos permitió que una minoría de nosotros la esté pasando tan mal… Pero esas son las experiencias que más fortalecen, que más nos indican que ese es el camino a seguir y que más nos convencen de que no podemos parar.
La Universidad Católica de La Plata no solo nos acompaña en este camino con su respaldo institucional y herramientas de una familia comprometida con cambiar su tiempo, sino también dándonos la legitimidad de su prestigio. Nos sentimos profundamente en concordancia con el mensaje del Papa Francisco: “Salgan, hagan ruido, molesten, estén ahí el uno para el otro… Sean misericordiosos”. Y eso hacemos. Los datos que presentamos pueden ser incómodos, duros, incluso desesperanzadores, pero son la única forma de hacer visible una realidad que necesita -y debe- ser transformada.
A nivel interno, la experiencia Observatorio nos cambió por completo. Entendimos que nadie se salva solo, que todos necesitamos una mano que nos ayude a salir adelante. Nos tocó ver personas que con tan poco saben ser inmensamente felices y también fuimos testigos de los flagelos más oscuros que una sociedad padece cuando sufre la marginalidad, el olvido y el desdén, como lo impactante de ver niños con mirada de adulto, que son aquellos niños y niñas que efectivamente no pudieron ser pequeños porque el contexto los obligó a crecer demasiado rápido. Y es por ellos y ellas, por cada historia que encontramos en el camino, por cada satisfacción que acaricia el alma, por cada dolor que impulsa a seguir trabajando, por cada lugar que se ilumina un poco más que ayer, que seguimos adelante, convencidos de que nuestro trabajo es más que datos, números y mapas, sino que es un compromiso innegable, innegociable y comprometido con la dignidad humana.
(*) Integrantes del Observatorio Socioeconómico de la UCALP.